jueves, 5 de noviembre de 2015

KFC- So Bad, no Good

Si el Coronel Sanders levantará la cabeza !!

El pasado 3 de noviembre, abrió sus puertas una franquicia de KFC, en el Centro Comercial Meridiano, en Santa Cruz de Tenerife. Sin duda, al fín, la zona Norte podía beneficiarse de tales delicias que hasta ese momento solo se podía degustar en el sur de la isla, aunque me confirmaron que había cerrado.


Nunca había entrado a un KFC, estoy en pleno camino del veganismo, he visto los reportajes sobre como se procesan dichas delicias en los EEUU, y en verdad no me alegraba para nada asistir a una "inauguración" dentro de un centro comercial, en una zona donde está atestada de locales de comida rápida y donde me imaginaba que la gente acudiría como "moscas a la miel" por la novedad.
Acepté acompañar a unos amigos, solo por el hecho de que no impongo mis principios a nadie y no quise aguarles la fiesta (aparte de que ellos pagarían).

Llegamos a eso de las 6:30 pm y el aparcamiento estaba a rebosar. Sería por la inauguración, me dije. Seguíamos subiendo por las escaleras mecánicas y ellos hablaban de sus experiencias de cuando iban a los KFC de otros países, compras la bebida (PEPSI o COKE) y cuando se te acaba llevas el vaso y te la rellenan nuevamente sin coste (¿?). WIFI gratuita, ¿vas a comer o a whatsappear ?, pensé. Que si el pollo es buenísimo, el maíz (elotes) exquisito, ... ah, también hay ensaladas !!, me dijeron.

Pero, en cuanto llegamos a la planta alta donde está el centro de ocio, nos llevamos una sorpresa: la fila para entrar estaba un poco que bastante lejana de la puerta del local.  Es decir, tardamos 30 minutos en llegar a un punto donde se vislumbraba a un chico, cual portero de discoteca, con pinganillo incluido, que era el que permitía el paso al local. 

Hay un estilo de terraza fuera de los locales, en los cuales hay unas mesas destinadas para cada uno separadamente. Además de los que estaban  delante de nosotros y la cola que estaba detrás, sin incluir la fila de los que atravesaban el local hasta llegar a los cajeros, habría que incluir a los que estaban comiendo en las mesas de fuera (solo pude contabilizar unas ocho o diez  mesas de cuatro sillas cada una, entre las que habían personas que ya las tenían reservadas (y estaban detrás de nosotros), los que ya habían terminado hacía rato y estaban echándose un cigarrito (que por cierto es zona de no fumadores porque esta techado y para eso está la zona al aire libre del resto de la terraza) y revisando sus móviles, riéndose de la cola de gente, mientras habían otras que salían con sus bandejas buscando un sitio donde poder comer.

Mientras el humo hacía que me empezara a doler la cabeza, llegamos frente al portero ¿?,  y luego que le dijesen algo al oído, nos hizo entrar solo a nosotros. Bueno, digo sólo a nosotros, porque es que allí no cabía un alma... A nuestra derecha el parque infantil ocupaba la mitad de los escasos metros de fachada y aproximadamente unos cuatro metros de fondo (a mi parecer una redistribución poco adecuada, pero a lo mejor son sus normas), unas mesas laterales a la izquierda (también apartadas por personas que mientras la otra compraba, una guardaba puesto), y dentro, el caos absoluto ... 

Madres buscando a sus hijos dentro del laberinto, niños saliendo con bebidas, mientras padres buscaban donde sentarse, familias enteras en las mesas laterales como si festejaran algo, personas desorientadas con bandejas en las manos, chicos en la barra llamando por los pedidos, mientras otro estaba sentado en una mesa para cuatro cerca de la barra con un portátil y una pepsi en la mano...

Cuando me di cuenta de que ya estaban pidiendo la comida, escuché a uno de ellos:
- "quiero este menú pero sin las alitas picantes",
- "todas las alitas vienen con picante, señor", 
- "entonces cámbielas por otra cosa", 
- "imposible, todas nuestras comandas vienen como está en la carta, no se puede hacer ningún cambio"

Nos miramos un segundo y acto seguido vimos que no tendríamos opción de llegar a ninguna mesa disponible. Insistió: 
-"Bueno, denos este menú y quédense las alitas que no las queremos picantes", 
-" Le repito que es imposible, tenemos que darles las alitas picantes y después usted las echa a la basura si quiere"

Ya esta última frase fué la gota que colmó el vaso de la paciencia, no por el protocolo de actuación del KFC, sino por el tono desafiante, inadecuado, malsonante, impertinente del "o lo tomas o lo dejas, estoy cansada, hay mucha gente y tu exigiéndome cosas" de la cajera. En verdad se le veía estresada, agobiada y sobrepasada. La cajera de su lado nos iba a atender y hacer el pedido que queríamos, pero la que nos tocó, se cerraba en banda.

Finalmente intervine y les dije que no pagaran por algo que no se iban a comer y que tampoco les dejaran el pedido a medias regalandoles el dinero. Pidieron otro menú para llevar, sin las famosas alitas.

Se pueden imaginar el duro golpe para mis amigos, pasar una hora y media para entrar a un local, donde podías comerte un pollo crujiente al estilo Kentucky y regresar a tu casa con un bol de pollo casi frío (en verdad no sabe igual que recién hecho) a ver una peli con un poco de refresco comprado en el Carrefour.

Saquen sus propias conclusiones.

KFC, so bad, no good ...



Pics thanks Pixabay.com y Europa Press

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